Briznas suaves del viento
Briznas suaves de viento agitadas
en aquella niñez que no se evade,
mis sienes mecéis con las yemas
de verdes espigas, como dedos,
que son salmos de la memoria,
breves como inmensamente extensa
es la mirada de los ojos del niño
que imagina, sin límites,
su propia vida toda por acaecer,
vosotras, leves briznas de hierba verde,
primaveras estandartes, graneros,
sois en mi piel el alfabeto
que describe la historia extendida
de lo que he venido siendo,
otros no recordarán mi paso,
briznas verdes del tiempo eterno,
seréis la voz que avente los relatos
de esa persona mía que ha prendido
la vela de la vida con su paso.
Dame de beber
Dame de beber, cantinera,
que traigo la boca seca de vida
y enjuagada en el licor del no-ser,
coro desafinado ebrio, cantemos
hasta que la luz nos ahorque
o la dama ligera no anunciada
nos indique con una mirada
que ella paga la siguiente ronda,
bebamos por el amor,
bebamos por las desgracias sin límite,
bebamos por la fortuna inmerecida,
por quienes dicen amarnos,
por quienes sin duda nos envidian,
bebamos, hermanos, bebamos,
no hay tiempo, porque el tiempo mismo
es una estúpida entelequia administrativa,
hermosa Dama Negra,
he aquí mi mano tendida, abierta,
para el tango punzante de este día.