Feliciano González

Eutanasia en Nueve Actos

Eutanasia en Nueve Actos

Carlos Crespo González

Hacía tiempo que no callejeaba por Madrid como lo he practicado leyendo esta novela de Carlos Crespo. Mi experiencia, creo que, en este aspecto, poética más que narrativa, no se debe a la en sí magistral descripción de los lugares, tampoco es producto de la pintura ofrecida por las emociones de los personajes, de por sí intensas, es, más bien, un efecto de la entrega que hace el autor de su propia experiencia, de su compromiso íntimo con esos rincones, de su forma tan personal de amar la calle,

“…si consigues andar por Madrid contra el tiempo y el espacio, es como caminar por la espuma, tan suave, que te eleva por las azoteas y observas el conglomerado de sueños que es la ciudad”,

y por la sensibilidad como observa a sus habitantes,

“En la acera un niño juega con el balón ajeno al continuo tránsito que le importuna… No hay mayor libertad que el juego de un niño…”

No me atrevo a calificar la historia dentro de un género preciso, podría aventurarme a decir que es social, intimista, ética. Social, porque la novela nos plantea un tema candente en los debates sociopolíticos, un tema sin resolver, quizás porque no es un tema que deba tener una simple solución; intimista porque nos abre el tejido emocional que destapa el anuncio de Albert de su intención de someterse a una eutanasia, y es de una humanidad exquisita cómo se resuelve; y ética, porque rezuma sin reposo dilemas morales de profundo calado.

Ese anuncio de las intenciones de Albert desata un tornado feroz en el centro del círculo social al que pertenece, principalmente sus amigos. Cada uno expresa los efectos del impacto que le produce la noticia en función de su personalidad y sus convicciones, o prejuicios. Es muy interesante observar cómo evolucionan esas reacciones a medida que la historia avanza. Él afronta cada situación con un coraje que tiene asiento en su determinación y su gran empatía para entender a los demás. A Albert le gustaría que su problema fuera suyo, personal, y se resolviera con el respecto íntimo que merece, pero los acontecimientos le lanzan el reto de la publicidad,

“…es el típico asunto sin trascendencia alguna para nadie más que el interesado, pero a los medios de comunicación les sirve de alimento para roedores, …”

El dilema ético colectivo está servido, y refleja con precisión nuestra realidad, cómo la sociedad, los grupos de opinadores, analizan y reaccionan frente a los dilemas que les incomodan. Carlos Crespo nos enfrenta a un ruedo de contradicciones que no son ficticias, lo es sólo la historia narrada. Nos muestra la confusión de sentimientos entorno a relaciones de amistad, la variedad de formas de expresarse, incluso de sobrepasar el respeto que sería propio del término “amigo”. Inunda el texto la dureza de la relación padre-hijo, tan condicionante de las decisiones a lo largo de la vida, que de hecho pueden convertir la vida misma en una lucha constante de liberación emocional. Tiene su lugar, en clave de cierto humor negro, afilado y cortante, la hipocresía del mensaje con que se alimenta al colectivo sediento de polémica frente a la sencilla forma de explicar y entender la realidad de cada individuo, esa particular pelea que cada cual afronta entre la calle y la soledad,

“La soledad es una ramera bien vestida… que termina por seducirte”.

Pasan los días que para Albert tienen un sentido trascendente y definitivo. El tiempo, con ese barniz de brevedad que paraliza el presente, no es una amenaza, no es un enemigo, sino la respuesta indiscutible,

“…los días hacen que todo llegue…”

Para entender el desenlace de la brillante historia de Eutanasia en Nueve Actos hay que empaparse de cada párrafo, entrar en sus personajes para absorberlos enteramente. Como lector, hay que mantenerse distanciado, sin juzgar nada ni a nadie, hay que dejarse llevar por la seductora mano de Carlos Crespo, que nos envuelve y cautiva.

A riesgo de disgustar a algunos de quienes tengan a bien leer mi reseña, me quedo con esta reflexión muy personal: la explicación de un dilema ético particular no puede elaborarse, si más, de manera ajena a quien lo vive en su propia carne; la explicación compete al individuo, único protagonista de su vida.

Enhorabuena, Carlos, por esta gran novela.

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Feliciano González

Mi creación artística gira entorno a la pintura, la poesía y la novela.

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