Breve sonata de otoño
Para encontrarme me diluyo en el robledal,
en estos conocidos escenarios, tan familiares,
en abierto quejido de vida que transita
en un adiós de colores y esencias dispares,
aún de regatos secos y cálido viento,
recorriendo las ramas impúdicas
que se desnudan como damas desvergonzadas
mostrando sus pechos al anochecer,
los velos amarillo fuego de los tilos
descubren los hombros suaves femeninos
de un invierno de ramas oscuras
dispuestas a presentarle batalla
a la soledad helada del cierzo
y la nieve,
cada paso es un retorno, una memoria
cada hoja seca que flota hacia el vacío
y reposa en la hojarasca seca,
no hay destino ni llegada en los brazos pardos
de este sol que no ciega ni arde,
con voz inaudible devuelve a los sentidos
la vida hurtada en tan larga jornada,
lágrimas de cera virgen devuelven el eco,
hoy en llamas,
de voces que fueron carne y sangre,
pasión y sentido latente, y en este vaho
de la tarde que se aferra a no discurrir,
los ásperos dedos con que escribo
ahogan sin quemarse la tenue llama
de la candela que me habita.
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